Si Menéame fuera una dictadura, (no afirmaremos tal cosa, todavía), borraría inmediatamente todos los enlaces y noticias que no fueran de su agrado, que no comulgaran con las ideas del administrador o que simplemente no le hicierna gracia al tuercebotas que se halla detrás de la cortina.
Si Menéame fuera una democracia, por el contrario, permitiría que todo comentario, soflama, idea, o gilipollez que quepa detrás de un http:// tuviera cabida en su seno. Después, serían los votos de los usuarios los que convertirían el tema en cuestión en brillante enlace de portada o en comida para los gatos, elefantes, intelectualoides.
Menéame, como toda oligarquía, ha conseguido implantar su modus operandi poco a poco en la cabecita de sus seguidores. Es fantásitco cómo funciona la censura horizontal. Cuando tienes que preocuparte más de la vigilancia del vecino que de la que aplica la propia autoridad, ejercer esa insana costumbre de la libertad en la que algunos nos empeñamos se vuelve complicado.
En Menéame hay un sistema de votos negativos que, no sólo hunden la reputación de una publicación, sino que además ofrecen al usuario el motivo de la reprobación. Así, uno puede otorgar el sustraendo en cuestión bajo la etiqueta de amarillista, inrrelevante, cansina… y la mejor, spam. Mi favorita, me explico. Como estas acusaciones populares las hace el vulgo sin experto que supervise, administrador que lo controle, ni Cristo que lo fundó, nos encontramos con un número considerable de imberbes navegadores disparando a todo lo que se mueve.
Por ejemplo, si un colega tiene un blog interesante de cojones y lo vetan por menearse a sí mismo en un par de ocasiones, o diez, lo único que logra el administrador es privar a la audiencia del contenido de ese blog. Ni más ni menos. Si Michele de Montaigne decidiera difundir sus ensayos uno a uno por Menéame batiría seguramente récord de portadas.
En ese momento coge uno y enlaza el blog del colega en el suyo propio (con entradilla y todo que uno aprendió una vez no sé qué cosa del contexto), y como aún mantiene privilegios al oeste del Mississippi (o sea, en meneame), va y lo menea. Y es entonces cuando llega un gilipollas y esa acción la tacha de spam. Bien, pues para ti, gilipollas, si es que pasas por este blog, te dejo bajo estas líneas un enlacito para que al menos, si vas a acusar al vecino de al lado, sepas que por mucho que se folle a tu mujer, por mucho que lo haga mejor que tú y por mucho que eso te escueza… no amigo no, eso, no es delito.
Y la verdad os hará libres: Spam.
Y menos si antes de publicar un comentario pone «Tu comentario será revisado antes de publicarse. » que me parece muy bien, pero que luego no pidas al resto…. tal
Si no te gusta meneame no te metas, pero no te quejes porque tus luces no llegan para saber evitar el spam.
Que no hombre, que la cosa no es pa tanto. Gracias por todos los piropos. Cañas tendrás cuando proceda. Pero meneame, tu blog o el mío, no tienen necesidad de ser una democracia. Publicamos o dejamos de publicar lo que nos sale de las pelotas. Que cada cual tiene su gato y sus necesidades sexuales. El invento ha funcionado porque da visitas, tú ganas, ellos ganan. Meneame tiene todo el derecho del mundo a banear lo que le parezca oportuno, igual que tú a putearlos por aquí.